En esas anécdotas sobre Santôka, vemos la naturalidad de su vida, su desprendimiento hacia las cosas y carencia de planes en todo.
Puso cada grama de su energía espiritual en sus versos, los cuales estaban, a menudo, libres de forma fija y de palabra estacional, tal y como hiciera su maestro Seisensui. Nos recuerda a Pascal, Kierkegaard, Kafka, Kraus, Rilke y otras “mentes desheredadas”. En sus versos, combina el Zen, el Budismo y ascetismo japonés. Esto último implica una apreciación innata de la transitoriedad de la vida, del valor de la existencia.
Ushiro-sugata no shigurete yuku ka
Ver mi espalda mientras camino,
¿calado por la lluvia de invierno?
Ushiro kara mite mo samuge na atama kana
Incluso vista por detrás
su cabeza se ve
fría.
Pero el haiku de Santôka, según mi opinión, es mejor porque nos da una imagen de él mismo viéndose por la gente que lo puede estar observando.
Gracias Antonio por la dedicación a Santoka y que se te agradece un montón
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias a ti por tu lectura y comentario.
ResponderEliminarUn abrazo. ;-)
Jejejeje es curioso, no hace tanto leí un libro en donde uno de los personajes decía de Santoka: "farsante pedigüeño".
ResponderEliminarNo cabe duda de que los genios siempre suscitan polémica...
Un saludo Antonio
Gracias por asomarte al Yelmo, amigo. Pedigüeño o no, es Santôka...palabras mayores.
ResponderEliminarEspero que todo vaya bien.
Un fuerte saludo, aderezado de abrazos. ;-)