martes, 7 de febrero de 2012

"Santôka" por R. H. Blyth (II)

Hay unas cuantas anécdotas de la vida de Santoka, tomadas del “Haijin Santôka” escrito por Oyama Sumita. Cuando el autor visitó Gochuan, la cabaña-ermita donde Santoka vivió durante el año 1938, Santoka le preguntó si había comido al mediodía. .Al enterarse de que no lo había hecho, trajo un cuenco de hierro de arroz y un solo pimiento y lo puso sobre el tatami. Oyama casi lloraba de lo caliente que estaba. Santôka estaba sentado mirándolo, y al ser preguntado "¿Por qué no comes?" le dijo: "Sólo tengo un cuenco." Pensando en Ryôkan terminó su arroz. Santôka tomó el cuenco, lo llenó de arroz (que estaba mezclado con la cebada y otras cosas) y se lo comió junto con los restos del pimiento. Santoka lavó el recipiente en el agua donde se limpia el arroz pues no tiró el agua. De la misma forma, lo utilizó para lavar el suelo y luego como abono para su jardín pequeño.

Durante un mes de diciembre, el autor permaneció una noche con Santôka. Había solo una colcha, por lo que Santôka se la dio junto con tres revistas de Kaizo o Bungei Shunju para apoyarse y desplegó sobre él su propia ropa interior, la ropa de verano y todo lo que quedaba en el armario. Santôka puso su pequeño escritorio sobre él, recordándo lo que Thoreau dijo en “La Semana de la Concordia”, el jueves:

“A medida que aumentaba el frío hacia la medianoche, me envolví completamente entre las tablas, poniendo, incluso, una tabla encima de mi, con una gran piedra, para manterme debajo.”

Al final, se durmió y cuando se despertó al amanecer encontró a Santôka sentado junto a él haciendo “zazen” aún.

(Continuará)

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