Es mediodía. Por las ventanas dejamos entrar algo de la luz
del sol, porque, aunque el otoño ha llegado hace unas horas, sigue haciendo
calor, mucho calor.
Como la madre está haciendo bolillos, ella también coge un
pequeño bolillero y empiezan a hacer, madre e hija, encaje de bolillos. El
sonido de los pequeños bolillos entre sus deditos empieza a llenar el salón.Un
sonido de madera pausado, precioso y antiguo, de ahora y de antes. Pero más que el sonido,
me sorprende la capacidad y la paciencia de mi hija con su edad, en una labor,
para mí, casi imposible.
Mientras la observo siguen cambiando los bolillos de sitio en
un ritmo casi constante para poner, pasado un tiempo y algunos sonidos más, un nuevo
alfiler.
con cinco años
sus primeros bolillos –
calor de otoño
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